Los dos primeros capítulos de la temporada 2 de La casa del dragón ya nos dieron mucho que hablar. Tardamos toda la semana en recuperarnos del final de ese primer capítulo, algo polémico por las diferencias con el libro, cuando llegó el capítulo 2 y ese funeral tan tétrico por las calles de Desembarco del Rey. Ya a nadie le cabe ninguna duda de que La casa del dragón está a la altura de Juego de tronos. Puede que su historia no vaya a ser tan espectacular, al fin y al cabo aquí hablamos de una guerra civil familiar y en Juego de Tronos estaba en juego casi todo el destino del mundo. Sin embargo, cada conversación, cada personaje, cada lucha de poder tanto dialéctica como física se ve y se siente con la misma potencia.
Como Juego de tronos, La casa del dragón logra ser compleja sin ser densa, profunda sin ser cargante, efectiva sin ser efectista. Una nueva clase de cómo hacer televisión fantástica sin parecer cutre, infantil o simplón, pero también sin complicar demasiado las cosas, echando de la ecuación a todo el mundo salvo a los más adeptos (algo de lo que, por ejemplo, peca La rueda del tiempo o, entre otras muchas cosas, The Witcher). Pero Juego de tronos tenía fallos y uno era la sexualización de las mujeres. En Juego de tronos había mucho sexo y muchos desnudos, alguno también masculino. Pero hemos de admitir que, sobre todo en las primeras temporadas, primaba una exhibición erótica del físico de las mujeres. No es que hubiese nada malo en ello, salvo que solo se dirigía hacia ellas. Recordemos, por ejemplo, ese sensual trío al que someten a Theon antes de castrarle, o ese 69 entre dos prostitutas que dirige Meñique en su prostíbulo. Incluso la aparición de Pedro Pascal en Desembarco del Rey fue ante tres prostitutas demostrado sus cualidades de flexibilidad. Un desfile de desnudos frontales poco trabajados y encuerados anónimos de actrices de escasa fama o procedentes del mundo del porno que, una década después, huele a rancio.
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Pero que esas escenas fuesen criticables no quería ni quiere decir que este universo dejase de tener sexo, o que los desnudos quedasen fuera mientras prosiguen los niños con las cabezas cortadas o masticados por dragones. No, hablamos de la paridad, de la narración sexual o de destape corporal que parece no ir dirigida simplemente al consumo del cuerpo femenino desde una perspectiva heteronormativa.
La casa del dragón ya nos demostró que era capaz en su primera temporada, cuando Daemon excita a una joven Rhaenyra llevándola a una casa del placer. Pero el mejor ejemplo lo hemos tenido en esta temporada 2. Ya en el capítulo 2 visitamos el prostíbulo junto a un Aemond extrañamente infantil y delicado. Ahora ese lugar vuelve a aparecer con la llegada del rey y sus amigos, que interrumpen al bueno de Aemond tras pasearse por una orgía montada en el lugar. Es una escena atrevida, llena de momentos bastante explícitos (aunque ese pene que recibe sexo oral se nota bastante falso) que no se queda ni mucho menos atrás de cualquier escena sexual de Juego de tronos.
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Sin embargo, no creemos que esta escena, como sí lo hacían las otras, se conviertan en tendencia de las páginas pornográficas. Hay mucha carne, hay sexo explícito, incluso tenemos el desnudo frontal de un actor protagonista. Sin embargo, todo es natural, paritario en cuanto a hombres y mujeres. Es una magnifica muestra de cómo seguir teniendo en televisión escenas de sexo que no se sientan como un valor añadido para el espectador que simplemente quería ver a la protagonista un rato desnuda.
Por ejemplo, puede que la belleza de Emilia Clarke y Jason Momoa fuera difícil de disimular, pero que la violación de Daenerys por Kahl Drogo se convirtiese en un mito erótico instantáneo es que algo se hizo mal desde la serie. En La casa del dragón el sexo tiene coherencia con todo lo que quiere mostrar de cada personaje. Esta escena empequeñece y humilla la figura frustrada de Aemond ante su hermano, el rey. Pero también nos muestra los excesos de este y su escaso sentido de la responsabilidad. Todo, incluido el sexo y los desnudos, contribuyen a eso en la buena dirección. Quién sabe, quizás La casa del dragón incluso consiga regalarnos un final que satisfaga al fandom y en unos años la recordemos como una serie todavía mejor que Juego de tronos.
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