Sophia Loren, las fotos de la mujer que dejaba sin aliento

En 1980 Sophia Loren aterrizó en Madrid. Esta vez venía para presentar un libro de memorias titulado Sofía, vivir y amar (que todavía se puede comprar de segunda mano en Amazon). Yo era una niña, pero ya sabía quién era ella porque me tragaba, como todos en la época, las películas de la mítica Sesión de Tarde de La1 de TVE, con El Cid (1961) y La Condesa de Hong Kong (1967) como mis favoritas. Así que el día que llegó mi padre del trabajo contado que aquella tarde había estado sentado en un sofá con Sophia Loren, charlando tranquilamente sobre su libro de memorias, libro que traía bajo el brazo, los ojos se me abrieron como platos. Hay foto del momento –del suyo con el mito erótico, claro, no del mío– y también una dedicatoria escrita en la segunda página: “Para Charo con cariño. Sofía”. ¿Cómo? ¿Por qué se lo dedicaba a mi madre, si el que estuvo con ella fue él? ¿Por qué si era su actriz favorita cedió el autógrafo?

Esta anécdota que hoy para mí tiene una sola lectura es mi pequeño homenaje a la gran Sophia Loren por su 89 cumpleaños. Una de las pocas leyendas vivas del Hollywood clásico , y también del mejor cine europeo, que sigue regalando, aunque lógicamente ya solo sea de vez en cuando, pequeñas joyas como La vida por delante (2020), película de firme compromiso social que dirige su hijo Edoardo Ponti y que es una de las mejores películas disponibles en el catálogo de Netflix. Pero como la Loren, además de gran actriz, ha sido una de las mujeres más bellas del mundo, también le rendimos homenaje en Esquire con un repaso a las fotos más exuberante de su juventud, esas con las que dejaba sin aliento a todo aquel que la miraba y que hoy siguen siendo puro deleite e inspiración.

Nacida en Roma el 20 de septiembre 1934, Sofia Constanza Brigida Villani Scicolone –lo de Sophia Loren llegó más tarde– fue hija de madre soltera. Su progenitora era maestra de piano y aspirante a actriz, una mujer que por lo visto también era un monumento, y que soñaba con convertirse en estrella. Su padre fue un tal Riccardo Scicolone, arquitecto de buena familia que lo único que le concedió a su hija Sophia fueron los apellidos (a la otra hermana, Anna María, no). Así que al poco de nacer se trasladaron a Pozzuoli, cerca de Nápoles, porque en Roma sin recursos y solas no podían vivir. Allí creció, como en una de las mejores películas del neorrealismo italiano, pobre y sin futuro, mientras su madre se ganaba la vida regentando una taberna donde tocaba el piano para animar a los soldados de la Segunda Guerra Mundial.

Cuando dio el estirón, su vida cambió. Con 15 años ya era Princesa del Mar, Sirena del Adriático, Señorita Elegancia… Eran títulos que ganaba en certámenes de belleza a los que su madre la presentaba. Era una forma de traer dinero a casa y también de cumplir los sueños frustrados de una madre coraje, imagino. “Yo rezaba a Dios para que mi madre no viniese a buscarme al colegio. Su belleza exagerada me hacía sentir vergüenza. Era demasiado rubia, demasiado alta y, sobre todo, no estaba casada. Yo en cambio era morena y delgadísima. Me llamaban palillo”, recuerda con cierta tristeza en sus memorias. (Si quieres conocer a otras socias del club de los patitos feos, pincha a Claudia Schiffer y a Cindy Crawford).

Su debut en el cine fue como figurante en Quo Vadis, la gran producción cinematográfica de Hollywood que se rodó en 1950 en los estudios romanos de Cinecittá. Ya entonces el productor Carlo Ponti –con el que acabó casada y con dos hijos– le había comentado que se pasara por su despacho para hablar de trabajo. Ella lo fue retrasando, pero el día que por fin salió de aquellas oficias se le abrieron de verdad las puertas del cine: Vittorio De Sica, Anthony Quinn, Silvana Mangano, Marcello Mastroianni… Precisamente junto a este último protagonizó a lo largo de su carrera 11 películas, entre ellas La ladrona, su padre y el taxista, Matrimonio a la italiana, La mujer del cura y ese guiño nostálgico y otoñal que Robert Altman les regaló en Prêt-à-Porter evocando la famosa escena del striptease de Ayer, hoy y mañana. Tenían tanta química que se habló muchas veces de romance, pero siempre lo negaron. Los que sí fueron novios en los 90 fueron los hijos de ambos, Edoardo Ponti y Chiara Mastroianni, aunque aquello no prosperó.

Tardó poco en dar el salto a Hollywood. En 1957 ya había trabajado con John Wayne en Arenas de muerte y con Cary Grant y Frank Sinatra en Orgullo y pasión. Su carrera acababa de despegar sin retorno. Y tres años después, en 1960, se alzó con el Oscar por Dos mujeres. La película, dirigida por su querido Vittorio De Sica, está basaba en un relato de Alberto Moravia. En ella interpreta a una madre coraje que abandonaba Roma junto a su hija adolescente ante el asedio alemán durante la Segunda Guerra Mundial. Aquella historia le debió resultar tan cercana que su interpretación resultó ser pura verdad. Se llevó por este título no solo el Oscar, sino otros veintitantos premios más, entre ellos los grandes de Cannes, Berlín y Venecia, y el orgullo de ser la primera persona que ganaba la preciada estatuilla dorada por una actuación de habla no inglesa.

En 1990 se llevó su segundo Oscar, esta vez honorífico, por su brillante carrera. También guarda el Cecil B. DeMille y otras tantas satisfacciones como que el Peugeot 504 fuera rebautizado como ‘Peugeot Sophia Loren’ por lo mucho que sus faros recordaban a sus ojos de gata; que en 2007, a los 72, fuera chica Pirelli o que Dolce & Gabbana la fichara a sus 81 años para la campaña de uno de sus perfumes, que dirigió Giuseppe Tornatore. La tentación hecha carne, decían de ella. Pero Sophia es de esas mujeres por las que nadie pierde el interés aunque pasen los años.

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